Stephen
Evans
BBC
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Karl Albrecht y la tienda en la que nació el imperio Aldi. |
Cuando
murió Karl Albrecht, por ejemplo, no hubo ningún anuncio por casi una semana.
Sólo se supo después de que se acabó un pequeño y privado funeral.
Él
y su hermano Theo habían convertido a la pequeña tienda de abarrotes de su
madre en Aldi, una de las cadenas de supermercados más grandes del mundo.
Pero
los hábitos y pensamientos de este magnate son desconocidos.
Para
los obituarios, los diarios alemanes sólo pudieron rastrear unas sosas
declaraciones que había hecho en 1953 y 1971.
No
era un personaje público conversador. Aparentemente, cultivaba orquídeas y
jugaba al golf, pero solo, en su campo privado.
Ante
la ausencia de una presencia pública, nació una leyenda.
Los
hermanos, dicen antiguos empleados, llevaban las cuentas usando cabos de viejos
lápices, casi demasiado cortos para sostenerlos. Se dice que alguna vez le
dijeron a los arquitectos que estaban diseñando un nuevo almacén que estaban
usando un papel demasiado grueso.
Fue
esta frugalidad la que hizo posible que los hermanos Albrecht alcanzaran el
estatus de superricos.
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La cadena de supermercados empezó después de que los hermanos Albrecht se hicieron cargo de la tienda. |
Después
de la guerra, se hicieron cargo de la tienda y establecieron una compañía llamada
Aldi, por Albrecht Diskont (Descuentos Albrecht).
Redujeron
al mínimo los costos, y en vez de publicidad, confiaron en la reputación de
ofrecer precios bajos. Vendían lo que se vendía pronto, empezando con sólo 300
productos.
Consideraban
que incluso las estanterías eran demasiado extravagantes pues los estantes
requerían de empleados pagos que los llenaran y organizaran constantemente. En
vez de eso, los productos eran depositados en las tiendas en las bandejas en
las que llegaban.
Hasta
hoy en día, los supermercados Aldi no ofrecen más de 2.000 productos, en
contraste con los 45.000 de otras cadenas.
La
comida tendía a estar en lata, pues la fresca le cuesta dinero a la tienda. Los
administradores no tenían teléfono, se les decía que usaran el teléfono público
más cercano.
Cuando
Theo fue secuestrado en 1971, Karl negoció -durante días, según los medios
alemanes- y luego pagó un rescate que, según la leyenda, intentó deducir de los
impuestos.
Lujos para otros
Si
Karl Albrecht era un recluso, el dueño de la cadena rival Lidl es invisible.
Sólo
existen dos fotos de Dieter Schwarz, y una de ellas es en blanco y negro. Es
posiblemente el número 25 en la lista de los más ricos del planeta pero nadie
fuera de su círculo más cercano sabe qué piensa o hace.
Lo
mismo pasa con la familia Quandt, dueña de BMW. El producto puede que sea un
símbolo del consumo conspicuo pero ellos son un símbolo de la taciturnidad
inconspícua.
Tome
el caso de Susanne Klatten, la hija del industrialista Herbert Quandt, el
hombre que hizo de BMW el coloso auto de lujo que es hoy. A ella le dejó el
12,5% de BMW.
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Susanne Klatten es la mujer más rica de Alemania. |
Ella
también mantiene un perfil bajo. Cuando empezó en el negocio, como aprendiz en
una de las fábricas, usaba un nombre falso.
El
hombre con el que se casó no supo cuál era su identidad real hasta que el
romance llegó a ser sólido.
La desigualdad en
silencio
Es
tentador sacar grandes conclusiones sobre la reticencia de los superricos de
Alemania.
En
Estados Unidos y Reino Unido, los comerciantes son parte de la vida pública.
Warren Buffett da conferencias de prensa. Bill Gates hace giras por el mundo,
haciendo campaña para prevenir enfermedades. Cada ciudad estadounidense tiene
un museo o un centro de investigación médica o un departamento de historia
nombrado en honor al ricachón local.
Pero el estilo alemán
con el dinero es mantenerse callado.
Se
debe en parte a que la frugalidad es considerada una virtud, un asunto de
moralidad, no sólo de conducta sabia. Y, quizás, tras la experiencia de Theo
Albrecht, la privacidad también implica que es menos probable que los
secuestren.
No
es entonces un lugar en el que se ve con buenos ojos que jóvenes millonarios se
paseen por las calles en autos costosos: ellos hacen los Porsches y los BMWs
pero para que otros alardeen.
Las
cifras muestran que la riqueza privada en Alemania está más desigualmente
distribuida que en cualquier otro país de la eurozona. Mientras que el 1% más
rico de la población cuenta con una riqueza personal promedio de un millón de
dólares, un 25% de los alemanes adultos no tiene ninguna riqueza o está en
deuda.
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